En el corazón de un caserío ubicado en Nazareth, entre la espesa vegetación de la Amazonía colombiana, hay una pequeñísima cancha de fútbol y una iglesia gris donde celebran misas por las tardes. Sentada bajo el techo de palma caraná de una maloca, Clemencia Herrera Nemerayema, fundadora ejecutiva de la Corporación Cultural, Ecológica Mujer, Tejer y Saberes (Mutesa), una organización creada desde 2004 para empoderar a las Mujeres Indígenas de Colombia víctimas de desplazamiento forzado y violencia machista, y fomentar espacios formativos e iniciativas productivas basadas en los conocimientos y la memoria ancestral de los pueblos, se resguarda del sol y la humedad implacables junto con varias mujeres que la siguen.
Desde que abandonó el territorio ancestral del pueblo Murui Muina para establecerse en Bogotá, su presencia en las comunidades amazónicas es un faro, una luz que las ayuda a sobrevivir entre lasprofundidades de la selva amazónica.
A través del proyecto Fortalecimiento a iniciativas de emprendimientos productivos de las mujeres indígenas en Colombia, financiado por FIMI, Mutesa adjudicó la subvención a 10 grupos de mujeres que lideran organizaciones de base. Este financiamiento, que ha sido vital para ellas, tiene como propósito impulsar y reforzar emprendimientos innovadores y de alto impacto para el desarrollo sostenible de proyectos productivos en sus comunidades.
Para lograrlo, Mutesa creó el restaurante Copoazú, con el que preservan la memoria gastronómica de las mujeres indígenas desplazadas por el conflicto armado, generan ingresos económicos a partir de la recuperación de las tradiciones locales y del uso sostenible de los recursos amazónicos.
“Yo quería que las mujeres desplazadas y radicadas en Bogotá, pudieran acceder a mejores condiciones de vida, pero sin estudios era prácticamente imposible hasta que construí un espacio en el que podían aprender algunos oficios y acabar su bachillerato”, cuenta con la mirada fija en algún punto lejano del río Putumayo.
Desde entonces Mutesa ha becado a más de mil 500 mujeres de toda la Amazonía colombiana que decidieron continuar sus estudios y preservar sus prácticas espirituales con especialidad en salud, educación, participación política, cambio climático y extractivismo, y mediante la Red de Mujeres FIMI-AYNI, han apoyado emprendimientos productivos, asegurando que las Mujeres Indígenas sigan tejiendo su historia con autonomía y dignidad.
“Si fortalecemos sus liderazgos dentro y fuera de las comunidades, reducimos las brechas económicas, promovemos la equidad de género y eliminamos las violencias y el machismo tan arraigado en muchos pueblos originarios”, explica Clemencia, lideresa del pueblo Uitoto.
“Gracias al acompañamiento de FIMI, el material educativo llega hasta el corazón de los territorios, muchos de los cuales están aislados en los rincones más inaccesibles de la selva. Queremos que ningún pueblo quede excluido y que todas las mujeres tengan acceso a la educación sin importar las barreras geográficas o digitales”, asegura la lideresa del pueblo Uitoto en la Amazonía colombiana.
Con más recursos financieros, el potencial productivo de estas mujeres podría multiplicarse, permitiéndoles expandir sus liderazgos, mejorar su calidad de vida y fortalecer la autonomía económica de sus familias. Su sabiduría, creatividad y poder de decisión son clave para la transformación social y económica de sus territorios en la Amazonía Colombiana.